Al comienzo de una serie de artículos
que con el título de “Recuerdos de un Cronista”, escribimos en “El Nacional”,
allá por el año 86, dijimos:
Útil sería, a no dudarlo, una
relación historiada de la manera como se han ido desenvolviendo en nuestro país
las letras; y a ser nosotros aptos para tan necesaria tarea, en cuatro periodos
dividiríamos el tiempo, haciendo nuestras apreciaciones en el orden siguiente:
PRIMER PERIODO.
Lo que ha llegado hasta nosotros de
la literatura incaica. Lengua quechua, su riqueza y estudios, que de ella se
han hecho y se hacen, siguiendo su lógico y natural desenvolvimiento, ha debido
conservar reminiscencias muy marcadas del periodo que llamamos incaico, o mejor
dicho, las huellas de aquel periodo, han debido imprimir la originalidad, que
remarcándose con el tiempo hubiera llegado a darle fisonomía propia.
SEGUNDO PERIDO.
Literatura colonial, tono peculiar de
las letras en la época del coloniaje; su carácter amanerado, clásico, inclinado
al latín; partidario de la forma y del filosofismo escolástico.
TERCER PERIODO.
Las letras desde mil ochocientos
veinte cuatro; el exagerado romanticismo sucede a la exageración del llamado
clásico; se piensa al fin en una literatura propia: Don Felipe Pardo y Aliaga,
don Manuel A. Segura, Melgar….. quienes son los que más señaladamente han
cultivado literatura nacional.
De 1824 a 1879 abrazaría para
nosotros este tercer periodo, pues la guerra con Chile, acontecimiento, el más
notable, después de la guerra de independencia, tendrá calmados sus desastres,
que dejar tan profundas huellas, que en el orden político, en el social y
literario habrá de encontrarlas el filósofo historiador; no pasará sin
resultado esa guerra, más parecida a la de los bárbaros del siglo V, en la Roma
de aquella época, que a la franco prusiana, con que se le ha comparado tantas
veces. Tal sería el estudio que hiciéramos, si reuniésemos el criterio elevado,
la versación histórica y el poder del numen, que requiere tan delicado asunto;
mas, ya que no podemos trabajar esa obra, haremos siquiera apuntaciones, que
puedan servir de algo, a los que busquen más tarde los anales de la literatura
patria.
Esas apuntaciones comprendían el
movimiento literario desde 1875 hasta 1885, esbozando el estado de la cosa
antes del 75, y lo que se alcanzaba a ver del 85 adelante: teatro,
instituciones literarias, sociedades, escritores, artistas y obras. Gustosos
reproduciríamos aquellos “Recuerdos de un cronista”, si los tuviéramos a la
mano; mas, desgraciadamente, nunca supimos conservar una sola línea manuscrita
ni impresa de lo nuestro, viéndonos obligados hoy a recurrir a los amigos, para
recoger el contenido de la presente colección y como ni ellos tienen esos
“Recuerdos”, ni existe completa la colección de “El Nacional” en la imprenta ni
en la Biblioteca, nos contentaremos con ofrecer uno que otro fragmento y una
que otra anotación biográfica, comenzando con la de don Emilio Gutiérrez de Quintanilla,
que nos dio margen para decir lo que pensamos con relación al españolismo en el
arte.
Don Emilio creemos que es limeño, no
lo hemos preguntado, lo conocimos joven como colaborador literario de “El
Nacional”. Frecuentamos después su trato lo bastante para formular este esbozo.
Es pequeño de cuerpo y de fisonomía simpática, muy jovial en su trato, lleno de
maneras y de conversación culta. De todos los escritores que conocemos es el
más tildado, el más pulcro, el que tiene, con prolijidad artística, mejor
arreglado su departamento de lectura: soberbios bustos de tierra cota:
magníficos modelos de yeso, acuarelas, pasteles, rarezas y caprichos de bronce, piedra, mármol, telas al óleo, diseños
al carboncillo; cosas lindas, muy lindas, objetos de gusto delicado: todo en su
lugar, todo en su sitio: luz graduada como para pintar; lámparas adecuadas para
trabajar en la noche; casilleritos, papeleras, diarios en sus agarraderas; los
originales de sus multiplicados estudios en pequeños
blocs,numerados,clasificados,ordenados,puestos en estantitos especiales; su
sillón de lectura, con todas las regalías necesarias para leer
sentado,recostado,tendido cerca de este sillón el escritorio, un mueble primoroso, portátil y en el que se
puede escribir sentado, de rodillas, de pie o como se quiera, pues se arma a
voluntad y tiene más resortes que una bicicleta, con atriles, caballete, sitio
para desplegar a la vista los libros de consulta, para tener a la mano las
carillas y los lápices, y los borradores, y las plumas, y las tintas de oro, de
plata o de colores, y los broches para los legajos: aquella es una máquina que
a nosotros nos aturdiría.
En el salón de lectura de Quintanilla puede entrar una artista cualesquiera
y nada le hará falta para dar muestra de sus aptitudes para grabar, para
pintar, para esculpir, para construir, para tocar; hay bronces, caballetes,
cincel, instrumentos y si quisiese alguno
pegar un pase de florete, tampoco falta la careta, los guantes y el
estoque.
Por temperamento y afición es
Quintanilla artista; pero tan cuidadoso, tan metódico, tan ceñido a las reglas
y preceptos, que peca de rigorista. Tiene para el estudio la paciencia de un
benedictino y es tan minucioso que aturde con las notas de sus artículos. Dos
defectos capitales le hemos notado, pues como dicen, es vicio todo exceso:
recarga de citas sus producciones, de tal modo que es menester pertenecer al
número de los muy aficionados para desenmarañar su lectura: apoya sus razonamientos
en una verdadera Babel de autores y aburre con la presentación de tanto testigo
de lo bueno que dice: acoquina con sus autores y es tan extremadamente castizo,
que suele ponernos en apuros con sus giros de castellano viejo. Menos citas y
español más corriente harían más populares sus trabajos y más útiles: escribe
con sustancia y siempre enseña. Recordamos de sus publicaciones, sus “Escritos
Literarios”, reunidos en un volumen en 1977. Ya en 1886, había publicado en un
folleto “El ideal en la literatura española del siglo XVI”, trabajo que dio
lugar a su incorporación al Ateneo de Lima y que le valió el título de Miembro
correspondiente de la Academia española.
En enero del 87 leyó en el Ateneo sus
“estudios sobre el arte americano”, publicado en “El Nacional”. “El Perú
Ilustrado” registró su importante trabajo “Algo sobre artes”, que había
presentado el año 89 al Ateneo de Santiago de chile. Es un estudio vasto sobre
todas las manifestaciones de las artes plásticas. Con algún cuidado hemos
seguido sus pasos de este escritor, anotando sus estudios en los que abunda la
enseñanza. Recordamos que en “El Nacional”, juzgó a Sarah Bernardt, como
publicó un folleto de crítica literaria a propósito de “Aves sin nido”, novela
de la señora de Turner. “El Perú Ilustrado” registra no pocos de sus estudios
de crítica artística y literaria, entre ellos uno sobre la obra del literato
mexicano don Francisco Sosa “Escritos y poetas sudamericanos” y otro sobre el libro
“Máximas y reflexiones “, de la señorita Juana Rosa Amezaga.
El “Sud América”, de Buenos Aires,
reprodujo los artículos del libro “Escritos Literarios” con el seudónimo Agar,
que usaba cuando los publicó en “El correo del Perú”. “Este seudónimo – dice el
Sud América – oculta una “pluma vigorosa, un escritor castizo y cáustico”. “Y
un estilista de mérito a quien no tenemos sino un “pero” que ponerle: no pinta
ni cuenta las cosas del país, prefiriendo no hacer competencia a las
tradiciones peruanas. Los artículos de Agar han llamado con justicia, la
atención de todos los hombres que aquí se ocupan de letras, y estamos seguros
que su libro tendrá éxito y resonancia, provocando polémicas que siempre serán
beneficiosas.
El Ateneo de Lima editó un folleto el
año 91, que contiene los discursos pronunciados con motivo de la incorporación
en esa sociedad, del Ministro argentino García Merou. Como presidente de la
Sección de Literatura, fue encargado del discurso de contestación. Hizo un
trabajo histórico sobre las relaciones internacionales de los pueblos hispano-americanos.
El cuadro emblemático de la señorita
Emma Coda obsequió al Ateneo, le dio asunto para una crítica artística que
publicaron algunos diarios el año 91. El año 92 le dio el cuadro de Lepiani
tema “El huayno”, en “La integridad”. El retrato de “Don Manuel Pardo” por el
notabilísimo Baca Flor fue estudiado también por el año 89 en artículos que
publicó “El Nacional”. El año 92 fue el encargado de hacer el reglamento
general de la exposición municipal de ese año, celebrada en Lima,, y el
particular de la sección de Bellas Artes.
El año 85 recordamos que hizo el
reglamento de una Sociedad de Bellas Artes que debieron formar treinta amigos Bajo
la presidencia de Luis Boudat para enseñar gratuitamente a los artesanos el
arte del dibujo. El año 92 y por encargo del ministerio de gobierno informó con
un estudio minucioso sobre la importancia del museo incaico con que el Perú se
proponía concurrir a la Exposición colombiana de Madrid. En la fiesta que
organizo en el Teatro Principal la Municipalidad, en celebración del centenario
de Colón, y por su encargo, presentó el trabajo histórico que corre en un folleto.
En “Los Andes” colaboró con una serie de artículos intitulados “Las
conferencias en cuaresma de san Pedro” por el R.P Kouninck. El mismo año e informado a la Municipalidad sobre el
concurso Concha, publicó “El País”.
Después de esto, colaboró no poco el
año 97 en “La cizaña del Lenguaje”, del mismo diario, y comenzó a publicar el
primer volumen de su “Crítica sociológica”. Ha reformado esta última obra
dándole las proporciones que le corresponden. Es la que trabaja ahora y
publicará más tarde con el nombre de “Vida colonial, Instituciones, Usos y
costumbres”. Sus últimos artículos han sido “Los últimos lienzos de la
catedral”, publicado en “El tiempo”. “El retrato del señor Luna Pizarro”, de
Luis Astete y” El último Cartucho”, de Lepiani. Tiene en obra un estudio sobre
las antigüedades peruanas (la cerámica antigua del Perú) ilustrada con
numerosos dibujos suyos; un estudio lingüístico sobre los refranes, y algunos
más sobre ramos de enseñanza de las Bellas Artes. Concluido e inédito desde el
año 85, tiene además un texto completo con magníficas láminas, de Geometría
práctica para el uso de los artesanos e industriales en general.
Como se ve, este escritor ha sido y
es de los más laboriosos y útiles: nacido en esta tierra sin estímulo y sin
recompensa para el trabajo intelectual, no se a arredrado, ha seguido adelante,
sin excusar sus consejos ni su cooperación para nada que signifique progreso y
arte, sobre todo. Se halla a medio camino: joven todavía, laborioso y
perseverante, con perfecta penetración de los horizontes del saber, mucho hay
que esperar de este escritor; pero repetimos lo que la multitud, afecta a leer
y a aprender, a gustar de lo bueno, dice de él: menos citas, menos recargo de
apreciaciones ajenas que hacen oscura su propia apreciación: hay derroche de
erudición, gala de haber leído demasiado, lujo de biblioteca y mucho apego. Por
otra parte, a un purismo que sienta mal en estos pueblos en formación: bueno es
culantro pero no tanto. Sabe mejor que nadie el señor Quintanilla que la
claridad es la primera cualidad de todo escrito y de todo escritor y pecan
horriblemente contra la claridad sus marejadas de citas y su empecinamiento en
el español anticuado. Póngase más al alcance de los mortales. Concluyamos.
En una obra que a manera de guía para
los cultivadores del arte, tradujo el señor Quintanilla, dice, como profesión
de doctrina: “nosotros no somos los antiguos hijos del Sol, sino los
descendientes de la raza que venció al chuncho y al cetevo y nos hizo herederos
de su sangre, del suelo conquistado, de su religión cristiana, de sus
costumbres europeas, de su lengua castellana. Esta es la herencia, aquí está la
vida presente, aquí, el porvenir”. “
Regenerar la raza, depurar la
religión y restaurar el idioma, son
tareas premiosisimas y esencialmente patrióticas” Que nos perdone nuestro
ilustrado amigo, si le refutamos un error en que su exagerado amor a la lengua
española le ha hecho incurrir. Los españoles no nos conquistaron para España;
conquistáronnos para la civilización, o mejor dicho, fueron el instrumento que
verificó la civilización incaica, la transformación que hubo de hacerla entrar
en la comunión general: el Nuevo Mundo era una sección de la humanidad, que
necesitaba realizar su fin amalgamándose con el antiguo.
“Nosotros no somos los antiguos hijos
del Sol, sino los descendientes de la raza que venció al chuncho y al cetevo”,
dice el señor de Quintanilla. Falso: tal afirmación es absoluta. No hemos
heredado la sangre, la religión, las costumbres y la lengua, con la condición
de conservarlas íntegras: sin mezcla ni alteración alguna. En materia de
sangre, por ejemplo, ¿trabajaremos por españolizarnos?¿No es ya hasta
pretensión ridícula dársela de español aquí, donde por la circunstancia de
haber sido convertido nuestro suelo en lo que propiamente llama Samper “El
valle de Josafat de los vivos”, fatalmente se dice, “el que no pende de inga
pende de mandinga”? ¿Qué entiende el señor Quintanilla por depurar la raza?
¿Procurar españolizarla? Por nuestra parte, deseamos que en el Perú la raza sea
viril, fuerte, robusta, inteligente y que para ello se crucen nuestros o
nuestras compatriotas con españoles, alemanes, italianos, ingleses, rusos o
franceses, con tal que no lo hagan con esquimales o con aquellos chimpancés
llamados chinos.
Depurar la religión, dice el señor de
Quintanilla, y nosotros nos preguntamos:¿abogaremos por solo la religión
católica, a título de que tal fue la religión de los conquistadores? En buena
hora los que sean católicos, trabajen por serlo a las derechas, pero vengan y
vivan en nuestra patria todas las religiones: “que si ninguna religión es una
ley, ninguna religión es un crimen”.
¿Querrá también el señor de
Quintanilla que nos aferremos a las costumbres españolas?... Y bien: si en
materia de raza, de religión y de costumbres, es absurdo querer establecer el
monopolio de lo que fue de los conquistadores, cosa idéntica sucede con la
lengua, y es lo más curioso que el señor Quintanilla, tan aferrado al purismo
español , trae en su traducción arcaísmos de los Más ahuesados, e introduce
como treinta neologismos “suyos” y se subleva por lo que hace al acento contra
el latín y el griego, a título de estar el español definitivamente formado y
tener tipo propio, en pos del cual necesario es marchar. Trabajar por tenerle,
he aquí la misión que nos corresponde;
pero no aferrándonos a la patria potestad, pues como dice el señor Quintanilla,
abogando por la independencia del español, del latín y del griego: “En el orden humano la mayoría de edad señala el
punto en que la primera jornada de la vida acaba la sujeción del hombre al
paterno y caduco hogar y principia una nueva, en que, convertido de súbdito en
señor, pertenece a una nueva familia,
hechura de su sangre, campo verdadero de su actividad, palenque de su destino, que no embargante, caducará
también cuando sus retoños se escapen del hogar
en busca de otro nido y de un destino que cumplir”.
El español de América se encuentra en
este caso: después de tres siglos de tutelaje, en 1810 se escapó del hogar, se
halla en su nido y en pos de su destino: conservará el aire de familia, su
doble origen se revelará en su fisonomía, no será español hechizo ni menos
indio “shacta”; será si americano legítimo: no fuimos conquistados para España,
hemos dicho; y es tan poderosa la corriente de los hechos, que ni cien
academias españolas serán bastante para contener el empuje de la ley de
desenvolvimiento a que se halla sujeta nuestra raza y su lengua.
Nuestra jerga de hoy será el español
americano de mañana, cuando ambos mundos se entiendan a maravilla, aunque solo
sea en jerga: “Cuando el disperso caudal de miles de voces esté registrado y
unificado, otros se encargarán de fijar, limpiar y dar esplendor. De lo que hoy
es montonera, podrá salir ejército regular de esos peregrinos vocablos de que
hablaba el erudito Juan de Guzmán, ahora trescientos años”. No pecaremos
transcribiendo íntegros párrafos, nacidos de la pluma de un ilustre español, en
contra de aquellos que en España mismo, a principios de este siglo, batallaban
allende por el purismo del siglo XVI.
“hemos dicho que la literatura es la
expresión del progreso de un pueblo; y la palabra hablada o escrita, no es más
que la representación de las ideas, es decir, de ese mismo progreso. Ahora bien, marchar en
Ideología, en Metafísica, en Ciencias exactas y naturales, en Política,
aumentar ideas nuevas a las viejas,
combinaciones de hoy a las de ayer, analogías
modernas a las antiguas, y pretender estacionarse en la lengua que ha de ser la
expresión de esos mismos progresos, perdónennos los señores puristas, es haber
perdido la cabeza.
Quisiéramos, sin ir más lejos en la
cuestión, ver al mismo Cervantes, en el día, forzado a dar al público un
artículo de periódico acerca de la elección directa, de la responsabilidad
ministerial, del crédito o del juego de bolsa, y en él quisiéramos leer la
lengua de Cervantes. Y no se nos diga que el sublime ingenio no hubiera
descendido a semejantes pequeñeces, forman nuestra existencia de ahora, como
constituían la de entonces las comedias de capa y espada; y porque Cervantes, que las escribía, para vivir
también, artículos de periódico. “Lo más que puedan los puristas exigir, es que
al adoptar voces y giros, frases nuevas, se respete, se consulte, se obedezca
en lo posible el tipo, la índole, las fuentes, las analogías de la lengua”. “Si
nuestras razones no tuvieran el peso suficiente, habría de tenerlo,
indudablemente, el ejemplo de esas mismas naciones, a quienes nos vemos
forzados a imitar, y que mientras nosotros hemos permanecido estacionarios en
nuestra lengua, han enriquecido las suyas con voces de todas partes. Porque
nunca preguntaron a las palabras que quisieron aceptar, “de dónde vienes, sino
para qué sirves”. Y medítese aquí, que el estar parados cuando los demás andan,
no es solo estar parado, es quedarse atrás, perder terreno.
“No queremos rehusarles por eso la
gratitud, que de derecho les corresponde; quisiéramos solo abrir un campo más
vasto a la joven España; quisiéramos solo que
pudiese llegar un día a ocupar un
rango suyo, conquistado, nacional, en la literatura europea”. Igual cosa
deseamos y repetimos, por nuestra parte, en el Perú, y por esto decimos menos
encariñamiento por la forma y todo cuidado por la idea. “regenerar la raza,
depurar la religión, restaurar el idioma”, dijo el señor Quintanilla; y
nosotros decimos: regenerar, depurar y restaurar, cuanto sea posible, las
ideas.
Al combatir nosotros el exagerado purismo,
no queremos proclamar lo que pudiéramos llamar libertinaje literario; esto es,
una escritura ad libitum: estamos en contra solamente de la resurrección de los
muertos, en contra de palabras, frases, de modos de expresión antediluvianos.
Los amigos del purismo pecan por
exceso y por defecto: lo primero resucitando palabras, giros o formas de
construcción cuyo desuso contribuye a la oscuridad; y lo segundo, negándose a título
de ese mismo amor a aceptar las innumerables palabras, frases y modos de decir,
nacidos fatalmente de aquello que se quiere expresar y que no podría ser
expresado de manera distinta sin perjudicar al espíritu, sin dañar la malicia o
quitar mejor dicho, toda la fuerza a la expresión. ¿Cómo haría un purista, un
amigo de la frase española, solo y exclusivamente de esa frase, para describir
v.g (verbigracia) el traje de una india, su pollerón, su lliclla, los “guallcos”
de su garganta, la elegancia de su “topo”, el shucsho” y las vueltas de su
“piruro”? ¿Cómo haría para describir las labores ordinarias de los indígenas, con aquella
naturalidad, exactitud, propiedad fotográfica que el arte mismo se ha de
menester? ¿Cómo e compondría el “Fernán Caballero” del Perú para copiar al vivo
nuestro pueblo en puro lenguaje español, sin apelar al giro quechua, a la
palabra de este idioma, único, capaz de traducir fielmente la idea que quisiese
expresar? El quechua es un idioma muerto, se nos dirá,, y hay que dejarle en
paz; pero nosotros replicamos que en el quechua hay que reconocer dos periodos:
aquel en el cual fue forma única de una literatura especial, que en él se
compusieron los yaravíes, los huaynos,los huacayllis, lo hayataquis y huaccataquis, los huancayis y
los haranguais. En esa lengua fueron compuestos “El Ollanta” y elñ
“Uskapáucar”, “La muerte de Atahualpa” y la de “Titu Cusi Yupanqui”; y aquel,
en que dejando o paralizándose su reinado, por el advenimiento de la lengua
española, entró a constituir con esta lengua una nueva forma de expresión para
una nueva literatura.
Sucede con el quechua lo que con los
monumentos incaicos: su estudio espera una pronta resurrección. Son tesoros
ocultos todavía, sepultados las ruinas de Herculano bajo la lava de un volcán,
que tal fue la conquista; pero que permanecen íntegros, aguardando la labor de
la ciencia. Aquellas ruinas, aquellos monumentos tendrán su Walter Scott
peruano que los popularice; aquella civilización, sus sabios que la escudriñen,
y la muestren cuán grande fue; y aquella
lengua no permanecerá olvidada y sin dejar más que huellas fugitivas en la
tierra donde se habló, sino que enriquecerá al español afiligranándola.
Aguardemos esta transformación necesaria, en la que el quechua influirá
poderosamente, como influirá aquel mundo lejano, tan silencioso hoy día, y que
se llama el Imperio de los Incas, en el porvenir de la América.
Cuando por el estudio aquel mundo sea
objeto de la atención de los escritores peruanos; cuando en la paleta de los
pintores de aquel mundo sean necesarias tintas más brillantes, colores más
expresivos y más nuevos, ¿se les desechará
por emplear tan solo las tintas españolas? Eso es lo que llamamos pecar
por defecto. Y volviendo a lo que dijimos antes de ahora, no abogamos por el
libertinaje en la forma, y aquí debemos hacer la confesión de tres pecados que
nos han sido peculiares. No es un vano alardear; es el defecto el que hemos
tenido al escribir, jamás hemos podido pulir nuestros escritos, y de aquí ha
resultado el mal uso del verbo, cuyo tiempo no ha sido observado con el esmero
necesario para la claridad, el mal empleo de la persona, pasando sin transición
del singular al plural; y la poca ilación en los periodos que ha perjudicado a
la unidad o lógica, a fin de hacer notar
el pensamiento fundamental o la idea, que hemos desarrollado. Hecha esta
confesión, terminaremos manifestando que combatimos el purismo fraseológico y
que abogaremos siempre por la construcción clara, sencilla y precisa, que el
giro sea quechua o que la palabra pertenezca a esa lengua, con tal que la idea
se ponga en transparencia, tal cual la haya concebido el escritor. Abogamos por
el colorido nacional, no empleado disparatadamente sino con propiedad.
Desechamos el español del siglo XVI y queremos un castellano americanizado,
peruanizado, comprensible por nuestro pueblo, para él y por él.(Tomado de su
libro “Rasgos de Pluma”, publicado en 1902,por la imprenta editora de Carlos
Prince).
Nota.- La idea de publicar algunos trabajos de autores peruanos o extranjeros en este blogg, se debe al deseo de acercar a los lectores a sus obras,ya que muchos de ellos han publicado sus libros en el siglo XIX o siglo XX y esas obras no se han vuelto a publicar como libro impreso.Seguramente no se publicaron debido a que en el Perú la publicación de libros no resulta rentable para el autor o escritor y tampoco existe una política estatal de favorecer la publicación de libros en el Perú.Este seria el caso de Abelardo Gamarra y otros peruanos,cuyas obras no pudieron se reeditadas.Entonces con la ayuda de la internet se busca reproducir sus trabajos para beneplácito de quienes leen .
(Lima 1858-1935) |